Vuestras vidas son tan monótonas…
Sois ratoncillos corriendo como locos por el laberinto de las obligaciones diarias. Todos los días os sentís desesperados por terminar vuestras tareas en el tiempo concedido para ellas y, como el Conejo Blanco con su reloj tirano, parecéis llegar tarde para encontrar la salida. Desde la rama de mi árbol os observo sin que os percatéis de mi existencia, pues no os entretenéis ni en contemplar el cielo sobre vuestras cabezas.
Si al menos os pudierais parar un instante, sentaros en el suelo y hablar conmigo, descubriríais que el mundo está repleto de grandes misterios, de extraños guiños a la cordura, de juegos que desafían el sentido común, de experimentos imposibles, de adivinanzas que os pueden conducir a los pasadizos más ocultos de la mente.
Y todas estas cosas están a vuestro alcance, con solo mirar hacia arriba y, entre las ramas, dejaros cautivar por mi "enredosa" sonrisa.